La gente moderna es más móvil que nunca. Mientras que hubo un tiempo en que la mayoría de la gente nunca se alejaba mucho de su lugar de nacimiento, ahora podemos visitar distintos países e incluso continentes por el precio de un billete de avión. Esta hipermovilidad ha facilitado tanto los negocios como el ocio, pero los investigadores en cronobiología creen que puede tener graves consecuencias para la salud humana.
Jet Lag: ¿Un riesgo para la salud pública moderna?
La mayoría de la gente está familiarizada con el jet lag; los estudios estiman que hasta el 93% de nosotros lo hemos padecido en algún momento. La mayoría de la gente conoce la sensación familiar de aturdimiento y agotamiento que tenemos después de viajar a través de zonas horarias.
Sin embargo, el jet lag puede tener efectos más graves que la fatiga. Muchas personas sufren cambios en el apetito, además de insomnio, dolores de cabeza e incluso depresión. Cuando las personas viajan con regularidad, la alteración perpetua de su ritmo circadiano, o de su reloj biológico de aproximadamente 24 horas, puede hacer que corran un mayor riesgo de contraer enfermedades. Además, las alteraciones regulares del ritmo circadiano aumentan las probabilidades de sufrir accidentes, tanto en el trabajo como en la carretera. El jet lag puede ser no sólo un inconveniente, sino un riesgo para la salud pública.
Hipermovilidad y salud
Un nuevo estudio ha descubierto que los efectos de la hipermovilidad y los viajes regulares pueden ser incluso más trascendentales de lo que pensaban los investigadores. Según este estudio en cronobiología, el jet lag y otros cambios físicos asociados a los viajes pueden afectar a algo más que el insomnio y la siniestralidad. La digestión y la salud gastrointestinal se ven afectadas por los viajes, al igual que el sistema inmunitario. De hecho, los genes que controlan el sistema inmunitario se desactivan cuando las personas sufren jet lag.
Estos cambios no son necesariamente a corto plazo. Mientras que las personas sienten los efectos del viaje hasta seis días después de un cambio de huso horario, los efectos fisiológicos pueden durar hasta 11 días. Cuando se viaja con frecuencia, estos efectos acumulativos pueden tener consecuencias graves para la salud a largo plazo.
Efectos físicos de los viajes
Además del desfase horario y sus efectos asociados, existen otros retos físicos relacionados con los viajes. Los aviones y los hoteles tienen una humedad del aire en torno al 10%, que es más seca que un desierto y está muy por debajo del 50% óptimo para la salud humana. Esto puede provocar deshidratación, que tiene efectos negativos incluso a corto plazo.
Además, las personas que viajan están más expuestas a los gérmenes. Los aviones y otros medios de transporte público hacinan a la gente en un espacio reducido, donde los microorganismos aerotransportados se propagan con facilidad. Además, comer fuera expone a las personas a un mayor riesgo de contraer enfermedades transmitidas por los alimentos. Si a esto se añade la disminución de la función del sistema inmunitario asociada al desfase horario, las personas que viajan tienen muchas más probabilidades de enfermar.
Cambios de horario: Más que un inconveniente
Los viajes también suelen provocar cambios en los horarios de las personas. Comer, dormir y exponerse a la luz a horas diferentes puede tener efectos nocivos sobre el ritmo circadiano. Tanto la luz como la ingesta de alimentos son señales importantes para el cerebro sobre qué hora es y qué neuroquímicos deben liberarse. Es fácil que el ritmo circadiano se desincronice cuando se cambian los horarios y la naturaleza de las diferentes señales.
Vivir con hipermovilidad
No siempre se puede evitar viajar con frecuencia, pero hay formas de mitigar los efectos biológicos. Las personas que viajan a otras zonas horarias deben empezar a ajustar sus horas de sueño antes del viaje, retrasando o acelerando la hora de acostarse 15 minutos por noche. Además, lavarse bien las manos e incluso ponerse una mascarilla de papel sobre la boca y la nariz puede reducir la exposición a los gérmenes. Beber más agua, comer alimentos sanos a intervalos regulares y reducir la exposición a la luz antes de acostarse pueden evitar alteraciones del ritmo circadiano y preservar una salud óptima.
La investigación en cronobiología está descubriendo nuevas formas en las que un ritmo circ adiano saludable es esencial para una buena salud. Este conocimiento se está utilizando para encontrar nuevas formas de mantenerse sano incluso con un estilo de vida moderno y ajetreado. Aunque la mayoría de la gente tendrá que viajar o trasladarse de un huso horario a otro en algún momento de su vida, hay formas de mantener una buena salud incluso con estos retos.