Gobernado por un sinfín de ritmos internos que toman sus señales del ciclo del sol y la luna, el cuerpo humano comparte una delicada relación con el paso de las estaciones. Las estaciones afectan a casi todos los aspectos de la biología humana, incluido el funcionamiento de nuestro cerebro. Un ejemplo bien conocido es el Trastorno Afectivo Estacional (TAE), una forma de depresión que tiende a aparecer en los días más cortos del invierno para aliviarse en primavera o verano, cuando los días empiezan a alargarse.
Las personas que padecen TAE ven especialmente afectados sus ritmos circadianos con el cambio de estación. Durante los meses de invierno, las personas que padecen TAE tienden a producir melatonina en exceso, una hormona conocida principalmente por su papel en la regulación del sueño. En invierno, las personas con TAE tienen dificultades para regular los niveles de serotonina y también experimentan un descenso en la producción de vitamina D, cuyo papel potencial en la modulación de la serotonina se ha relacionado con un aumento de los síntomas depresivos. Los efectos fisiológicos y psicológicos de los cambios estacionales son innegables. Ahora, una nueva investigación descubre que, en el caso de la enfermedad de Alzheimer, los síntomas de demencia empeoran en invierno.
La función cerebral sigue ritmos estacionales
Investigaciones anteriores sugieren que los cambios estacionales repercuten en las capacidades cognitivas de las poblaciones más jóvenes, pero existen pocos datos o conocimientos sobre su impacto en los adultos mayores. Con este fin, un equipo de científicos se propuso recientemente comprender mejor cómo afectan los ritmos estacionales a la población de edad avanzada.
» Anteriormente habíamos descubierto que el cambio de estaciones provoca alteraciones a gran escala en el núcleo y la función de las células cerebrales de los individuos mayores. Nuestra hipótesis era que, si la función de las células cerebrales cambiaba tanto, la función cognitiva, que es la expresión de la función de las células cerebrales, también podría verse afectada por los ritmos estacionales», comentó el Dr. Philip De Jager, coautor del estudio y Catedrático Weil-Granat de Neurología de la Universidad de Columbia.
Según las conclusiones del equipo, que se publican ahora en la revista PLOS Medicine, los adultos mayores, tanto los que padecen Alzheimer como los que no, presentan un rendimiento cognitivo notablemente mejor a finales de verano y principios de otoño que durante la primavera o el invierno.
Los científicos profundizan en cómo afectan las estaciones al envejecimiento mental
La enfermedad de Alzheimer es una dolencia devastadora que afecta a la vida cotidiana de más de cinco millones de personas sólo en Estados Unidos. Según los CDC, se calcula que para el año 2050 esta cifra ascenderá a unos 14 millones, por lo que la investigación del Alzheimer y los intentos de descifrar los mecanismos subyacentes de la enfermedad son aún más importantes. Este hecho es exactamente lo que el equipo de investigación esperaba esclarecer en su trabajo más reciente.
El equipo de científicos analizó los datos de más de tres mil personas mayores de Canadá, Francia y Estados Unidos. Todos los participantes se sometieron a exámenes neuropsicológicos de concentración y capacidad de pensamiento. A algunos participantes se les midieron los niveles de determinadas proteínas y genes expresados asociados a la enfermedad de Alzheimer.
El rendimiento cognitivo y los síntomas de demencia empeoran en invierno
Un análisis de los datos reveló que, independientemente de que a los individuos se les diagnosticara o no la enfermedad de Alzheimer, se producía un marcado deterioro de la función cognitiva durante la primavera y el invierno en comparación con el verano y el otoño. Los investigadores calcularon que la diferencia equivalía a casi cinco años de deterioro cognitivo típico.
Según los investigadores, los participantes tenían un 31% más de probabilidades de cumplir los criterios para el diagnóstico de deterioro cognitivo o demencia durante la primavera o el invierno. Estos cambios se mantuvieron incluso después de controlar otras variables que afectan a la cognición, como la actividad física, la calidad del sueño, los síntomas de depresión y los niveles de hormonas tiroideas.
Los niveles de proteínas relacionadas con la enfermedad de Alzheimer y la expresión génica fluctúan con las estaciones
El análisis de las proteínas relacionadas con la enfermedad de Alzheimer en el líquido cefalorraquídeo, así como de la actividad génica relacionada con la enfermedad de Alzheimer, arrojó resultados similares. Los niveles de proteínas relacionadas con la enfermedad y la actividad génica también fluctuaron con el cambio de estación, mostrando niveles significativamente más altos durante los meses más fríos que durante el verano y el otoño.
Sin embargo, los investigadores señalan que estos datos tienen algunas limitaciones, ya que el subgrupo analizado procedía de una región geográfica limitada y sólo se analizó una vez al año.
Los hallazgos «abren la puerta a nuevas vías de tratamiento de la enfermedad de Alzheimer»
El equipo sigue investigando el envejecimiento del cerebro con la esperanza de poder identificar las moléculas que subyacen a este cambio estacional. Si tiene éxito, quizá algún día puedan desarrollarse medicamentos que imiten las mejoras de la función cognitiva que normalmente acompañan al verano. Es necesario seguir investigando a mayor escala para confirmar los efectos de los ritmos estacionales y examinar otros posibles desencadenantes y tratamientos, como la exposición a la luz y el uso de fototerapia.
En cuanto a lo que esto podría implicar para el futuro de los tratamientos del Alzheimer, los autores concluyen que «podría ser útil aumentar los recursos clínicos relacionados con la demencia en invierno y a principios de primavera, cuando es probable que los síntomas sean más pronunciados». Al arrojar luz sobre los mecanismos subyacentes a la mejora estacional de la cognición en verano y principios de otoño, estos hallazgos también abren la puerta a nuevas vías de tratamiento de la enfermedad de Alzheimer».