La ciencia reconoce cada vez más la importancia del sueño para la salud cerebral y la función cognitiva a largo plazo. Se trata de un reconocimiento importante, dado que la insuficiencia de sueño y los trastornos del sueño se han convertido en problemas de salud pública a escala mundial y siguen aumentando en nuestro mundo moderno de 24 horas al día. Un nuevo estudio, publicado en PLOS Biology, se suma al creciente número de pruebas que relacionan el sueño de calidad con la salud y la función del cerebro a largo plazo, incluida la salud cognitiva. En el nuevo estudio, los investigadores descubrieron que el sueño profundo disminuye las toxinas en el cerebro, incluyendo beta-amiloide y tau, ambas asociadas con el Alzheimer.
Cómo el sueño profundo reduce las toxinas cerebrales
Según el Dr. Xiao Liu, director del estudio y profesor adjunto de Ingeniería Biomédica de la Universidad Estatal de Pensilvania, las toxinas parecen eliminarse del cerebro durante el sueño profundo y sin movimientos oculares rápidos(NREM). Para ello se utiliza el sistema glinfático, una especie de sistema de canales que permite que las toxinas sean eliminadas y arrastradas por el líquido cefalorraquídeo (LCR).
Según los investigadores, las ondas cerebrales lentas y constantes asociadas al sueño profundo NREM desempeñan un papel en este proceso de eliminación, ya que se producen justo antes de que el LCR atraviese el sistema glinfático. Las ondas cerebrales del sueño profundo pueden actuar como señalizador o conductor en este proceso esencial de limpieza del cerebro.
La interrupción de este proceso a través de la privación del sueño o trastornos del sueño puede conducir a una acumulación de toxinas que puede amenazar la salud del cerebro a largo plazo y el funcionamiento cognitivo. La enfermedad de Alzheimer, por ejemplo, se caracteriza por la acumulación de dos toxinas en particular: beta-amiloide y tau. Los investigadores teorizan que esta alteración y acumulación de toxinas podría ser un factor que contribuya a desarrollar Alzheimer. No es el primer estudio que establece esta conexión, por lo que este nuevo estudio supone una valiosa confirmación del trabajo de investigadores anteriores, al tiempo que proporciona una visión más profunda de los procesos mecánicos implicados en la eliminación de toxinas cerebrales.
La enfermedad de Alzheimer y sus señales de alarma
Como explican los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la enfermedad de Alzheimer se ha convertido en la principal forma de demencia, siendo ahora más frecuente que cualquier otro tipo de demencia. Se trata de una enfermedad progresiva, que puede comenzar con síntomas sutiles y bastante leves, para acabar dejando a quienes la desarrollan completamente incapacitados, tanto física como mentalmente. El Alzheimer ataca las secciones del cerebro responsables de la memoria, el lenguaje y el pensamiento, alterando progresivamente la cognición y mermando la capacidad de la persona para realizar las actividades habituales de la vida diaria.
Mientras que las personas sanas pueden experimentar de vez en cuando problemas leves de memoria y alguna dificultad ocasional para recordar una palabra o un nombre, la pérdida de memoria asociada al Alzheimer precoz es un poco más intensa. Interfiere con la vida diaria y sus tareas, como pagar facturas, preparar la comida con seguridad y acudir a las citas. Las personas que desarrollan Alzheimer pueden tener dificultades para completar tareas que han realizado con facilidad y regularidad durante años, confundirse o incluso perderse en lugares familiares y tener cada vez más dificultades para recuperar palabras al hablar.
Otros síntomas del Alzheimer pueden ser el extravío de objetos y la incapacidad para recordar o volver sobre sus pasos para localizarlos, así como una mayor dificultad en situaciones que requieren juicios espaciales. La reducción de las capacidades espaciales puede llevar a dejar caer cosas, derramar objetos, tropezar y caerse con más frecuencia.
También son síntomas frecuentes los cambios de humor, como el aumento de la ansiedad social, la agitación en situaciones que deberían ser familiares y un retraimiento cada vez mayor. Otra posible señal de alarma es la disminución de la capacidad para realizar tareas más complejas, como administrar el dinero o protegerse de las estafas. Descuidar u olvidar tareas de autocuidado, como comer, bañarse y tomar medicamentos, son síntomas clásicos.
Tome medidas para mejorar el sueño
El sueño está profundamente relacionado con la salud y el bienestar general. Las investigaciones indican que las toxinas asociadas al Alzheimer tardan entre 10 y 20 años en acumularse a niveles suficientes para producir un deterioro cognitivo significativo. Junto con el nuevo estudio que indica que el sueño profundo disminuye las toxinas en el cerebro, esto significa que ahora es el momento de tomar la iniciativa para mejorar la calidad del sueño.
Parte de dar prioridad al sueño consiste en programarlo en el día a día. Afortunadamente, también es un elemento clave para mejorar la calidad del sueño. Establezca un horario de sueño y vigilia y cúmplalo, manteniéndolo igual todos los días, incluso en los días libres del trabajo o la escuela. Esto ayudará a realinear el ritmo circadiano y a habituar la mente y el cuerpo a conciliar el sueño más fácilmente. Curiosamente, seguir un horario de comidas también ayuda a conciliar mejor el sueño.
Desarrolle una rutina previa al sueño que no incluya aparatos electrónicos, lo que le dará tiempo para relajarse y descansar del día y le ayudará a conciliar el sueño. Reduzca la exposición a luces brillantes por la noche y aumente la exposición a la luz por la mañana. Son señales poderosas que influyen en cuándo se siente despierto y cuándo somnoliento. Asegúrese de realizar suficiente actividad física, pero hágala a primera hora del día, preferiblemente al aire libre y bajo el sol. El ejercicio nocturno puede alterar la calidad del sueño.
Cambie su percepción del sueño
El profesor Matthew Walker, director del Centro para la Ciencia del Sueño Humano de la Universidad de California en Berkeley, señala que la privación de sueño afecta negativamente a casi todos los aspectos de nuestra salud y bienestar. Dormir bien no debe considerarse un lujo ocasional. Por el contrario, considérelo una necesidad absoluta para la salud, una necesidad por la que merece la pena reorganizar y reorganizar las prioridades de su vida.