La forma en que dormimos y la cantidad de sueño que necesitamos cambia a lo largo de nuestra vida para adaptarse a los cambios de nuestro ritmo circadiano a medida que envejecemos.
¿Se ha reído alguna vez de la expresión “dormir como un bebé”? ¿Alguna vez ha recordado su infancia y se ha preguntado si dormía tan bien como recordaba? ¿Conoce a alguna persona mayor que no consiga dormir lo suficiente aunque esté agotada? Todas estas situaciones son comunes porque el sueño cambia drásticamente a lo largo de nuestra vida.
Dormir como un bebé
Como muchos padres pueden atestiguar, la frase “dormir como un bebé” es en cierto modo un término equivocado. Los recién nacidos tienen glándulas pineales muy poco desarrolladas que sólo producen niveles bajos de melatonina, la hormona esencial del sueño, y esta pequeña cantidad sólo a horas irregulares. Los bebés lactantes obtienen pequeñas cantidades de melatonina en la leche materna, pero los alimentados con leche artificial pueden tener muchas dificultades para aprender a dormir por la noche. El resultado es que los bebés pequeños duermen menos tiempo a horas irregulares y sólo empiezan a desarrollar un ritmo circadiano saludable alrededor de los dos meses de edad.
Niños y adolescentes: Dormir para crecer
Los niños suelen dormir bien, entre nueve y catorce horas al día y gran parte de este tiempo en un sueño reparador de ondas profundas. Los investigadores en cronobiología creen que son necesarias grandes cantidades de este sueño de ondas profundas para mantener el rápido crecimiento y desarrollo de la infancia.
Cuando los niños entran en la adolescencia, sus necesidades de sueño siguen siendo las mismas, pero el ritmo de su reloj circadiano cambia ligeramente. Los adolescentes tienden a liberar melatonina más tarde por la noche que los adultos o los niños, por lo que se acuestan más tarde. Además, los adolescentes tienden a estar ocupados y a utilizar mucho el móvil, el ordenador y otras pantallas, lo que puede interferir en la producción de melatonina. Cuando estos mismos adolescentes tienen que levantarse temprano para ir al colegio y cumplir con otros compromisos, pueden perderse el sueño sostenido de ondas profundas que necesitan para desarrollarse saludablemente.
Patrones y necesidades de sueño de los adultos
Muchos adultos recuerdan con nostalgia lo bien que dormían en la infancia. Por desgracia, nunca volvemos a dormir tan bien como cuando éramos niños. En la edad adulta, la mayoría de las personas han desarrollado un ritmo circadiano firme. La mayoría de los adultos necesitan entre siete y nueve horas de sueño. Gran parte de este tiempo se pasa en la fase III del sueño no REM, también conocida como sueño intermedio. Esta fase del sueño no es tan reparadora y refrescante como el sueño profundo de ondas lentas que domina las horas nocturnas de niños y adolescentes.
Alteraciones del sueño en los ancianos
A medida que las personas envejecen, se produce una lenta disminución del sueño, tanto en cantidad como en calidad. Para algunos ancianos, esto puede significar vivir en un estado de privación perpetua del sueño. Un estudio sobre cronobiología publicado en la revista Brain puede haber identificado el motivo. Cuando las personas envejecen, un grupo de neuronas asociadas al sueño empieza a morir. Estas neuronas se encuentran en el núcleo preóptico ventrolateral del hipotálamo. Los investigadores creen que pueden regular el ritmo circadiano, lo que explica por qué las personas mayores a menudo no pueden dormir todo lo que realmente necesitan. Identificar las neuronas que provocan el deterioro del sueño en los ancianos podría ayudar a los médicos a desarrollar nuevos tratamientos para ayudar a dormir a las personas mayores.
Nuestros ritmos circadianos cambian a lo largo de la vida para adaptarse a nuevas necesidades fisiológicas. Entender cómo cambia el sueño con la edad puede ayudarnos a desarrollar nuevos tratamientos que funcionen con nuestros relojes internos naturales.