En la hepatitis B crónica, el hígado contiene células inmun itarias que podrían destruir las células infectadas por el virus de la hepatitis B, pero están inactivas. Un equipo de la Universidad Técnica de Múnich (TUM) ha descubierto que las células de los vasos sanguíneos del hígado activan un «temporizador de sueño» que desconecta las células inmunitarias. Atacar este mecanismo podría ser un punto de partida para las inmunoterapias.
La hepatitis B y sus consecuencias
La hepatitis B es una enfermedad muy extendida. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 250 millones de personas en todo el mundo padecen hepatitis B crónica. La consecuencia sanitaria más común de la hepatitis B crónica es el daño hepático. A menudo no es el virus en sí, sino la respuesta inmunitaria del organismo a las células infectadas la responsable del daño: las células inmunitarias desencadenan procesos inflamatorios que pueden conducir a fibrosis -cicatrización del tejido hepático- y cáncer de hígado.
En la hepatitis B crónica, el propio sistema inmun itario del organismo intenta destruir las células hepáticas infectadas, lo que provoca daños a largo plazo y sigue sin poder eliminar el virus. Especialmente en las infecciones crónicas, algunas células inmunitarias cuyos receptores podrían reconocer y destruir el virus de la hepatitis B están inactivas.
Nuevas formas de tratar eficazmente una infección crónica de hepatitis B
Un equipo dirigido por el Prof. Knolle describe en Nature el motivo de esta situación. El virus de la hepatitis B infecta específicamente a los hepatocitos. Estas células constituyen la mayor parte del tejido hepático. Están irrigadas por pequeños vasos sanguíneos recubiertos de células endoteliales. Las células inmunitarias que entran en el hígado a través de la sangre sólo llegan a los hepatocitos infectados a través de aberturas especiales en estas células endoteliales. Expulsan proyecciones a través de estas aberturas para alcanzar los hepatocitos infectados y desencadenar su destrucción. Al hacerlo, se ven obligadas a entrar en estrecho contacto con las células endoteliales.
Los investigadores demuestran que las células endoteliales activan una especie de temporizador molecular en determinadas células inmunitarias: las células T citotóxicas que pueden reconocer los hepatocitos infectados por el virus de la hepatitis B», afirma la Dra. Miriam Bosch, primera autora del estudio. El temporizador empieza a funcionar en cuanto las células T entran en contacto con los hepatocitos infectados. Cuanto más tiempo están las células T en contacto con las células endoteliales, más débil se vuelve su actividad, comparable al volumen de la música, que disminuye antes de que el temporizador de sueño la detenga por completo.
En concreto, las células endoteliales utilizan la vía AMPc-PKA para desactivar la transmisión de señales de los receptores con los que las células T reconocen el virus de la hepatitis B y a través de los cuales se activan. Como resultado, las células inmunitarias ya no atacan a las células infectadas y, sobre todo, ya no pueden multiplicarse. Los investigadores creen que este mecanismo ha evolucionado para proteger el hígado. El límite de tiempo impide que las células inmunitarias se multipliquen demasiado durante una infección y puedan causar graves daños al hígado cuando se destruyen los hepatocitos infectados.m En algunos casos, sin embargo, la ventana de tiempo para luchar contra el virus es aparentemente demasiado corta y el virus escapa al control del sistema inmunitario. Como nuevas células T atacan constantemente a los hepatocitos infectados, la hepatitis B crónica provoca daños en los órganos a pesar del mecanismo de protección, y ahora se está empezando a buscar la forma de influir en este mecanismo.
De este modo, podríamos ayudar al sistema inmunitario a combatir eficazmente la infección crónica por hepatitis B. Por un lado, son concebibles inmunoterapias dirigidas en las que las células T se manipulen de tal manera que dejen de ser receptivas a las señales de las células endoteliales. Por otro lado, también podría ser posible desactivar el mecanismo utilizando pequeñas moléculas dirigidas a este mecanismo. Sin embargo, es crucial que las sustancias activas se administren específicamente a las células inmunitarias del hígado para que no se vean afectados procesos vitales en otras células del organismo. Los investigadores creen que estas terapias podrían potenciar el efecto de las vacunas y ayudar así a combatir la hepatitis B crónica, especialmente extendida en las regiones más pobres del mundo.