Una nueva revisión de la investigación ha examinado las diferencias clave en los patrones de sueño de mujeres y hombres, las fluctuaciones de sus relojes corporales y el impacto en su metabolismo. El estudio, publicado en la revista Sleep Medicine Reviews, destaca el papel crucial que desempeña el género en la comprensión de estos factores y sugiere que el sexo biológico de una persona debe tenerse en cuenta a la hora de tratar el sueño, los ritmos circadianos y los trastornos metabólicos.
Los trastornos alimentarios relacionados con el sueño son mucho más frecuentes en las mujeres, mientras que los hombres se ven más afectados por la apnea obstructiva del sueño
La revisión halló que las mujeres califican su calidad del sueño de inferior a la de los hombres e informan de mayores fluctuaciones en su calidad del sueño relacionadas con los cambios durante el ciclo menstrual. La peor calidad del sueño se asocia a la ansiedad y los trastornos depresivos, que son dos veces más frecuentes en las mujeres que en los hombres. Según los investigadores, también es más probable que a las mujeres se les diagnostique insomnio que a los hombres, aunque las razones no están del todo claras. Reconocer y comprender las diferencias de género en el sueño y los ritmos circadianos es crucial para adaptar los enfoques y las estrategias de tratamiento de los trastornos del sueño y las enfermedades mentales relacionadas.
Los autores del estudio también descubrieron que las mujeres tienen entre un 25 y un 50 por ciento más de probabilidades de desarrollar el síndrome de las piernas inquietas y hasta cuatro veces más de padecer un trastorno alimentario relacionado con el sueño, en el que los afectados comen repetidamente durante la noche. En cambio, los hombres tienen tres veces más probabilidades de sufrir apnea obstructiva del sueño (AOS). La AOS se manifiesta de forma diferente en mujeres y hombres, lo que podría explicar esta disparidad. La AOS se asocia a un mayor riesgo de insuficiencia cardiaca en las mujeres, pero no en los hombres.
Estudios realizados en laboratorios del sueño han demostrado que las mujeres duermen más que los hombres y pasan unos 8 minutos más en sueño no REM (Rapid Eye Movement), un periodo en el que la actividad cerebral es más lenta. Aunque el tiempo que pasamos en el sueño NREM disminuye con la edad, esta disminución es más pronunciada en los hombres mayores. Las mujeres también entran en el sueño REM, que se caracteriza por una gran actividad cerebral y sueños vívidos, antes que los hombres.
Ritmos circadianos diferentes
El equipo de investigadoras de la Universidad de Southampton (Reino Unido) y de las Universidades de Stanford y Harvard (Estados Unidos) descubrió que también existen diferencias en los ritmos circadianos entre ambos sexos.
Descubrieron que la melatonina, hormona responsable del ritmo de 24 horas y del sueño, se libera antes en las mujeres que en los hombres. La temperatura corporal central, que es la más alta antes de dormir y la más baja unas horas antes de despertarse, sigue un patrón similar, alcanzando su máximo antes en las mujeres que en los hombres. En consonancia con estos resultados, otros estudios sugieren que los periodos circadianos intrínsecos de las mujeres son unos seis minutos más cortos que los de los hombres.
Según los investigadores, esta diferencia puede ser pequeña, pero es significativa. La discrepancia entre el reloj corporal central y el ciclo sueño-vigilia es unas cinco veces mayor en las mujeres que en los hombres. A lo largo de días, semanas y meses, esta diferencia puede dar lugar a una discrepancia notable entre el reloj interno y las señales externas, como la luz y la oscuridad.
Las alteraciones del ritmo circadiano se han relacionado con diversos problemas de salud, como trastornos del sueño, cambios de humor y deterioro de la función cognitiva. Incluso pequeñas diferencias en los periodos circadianos pueden tener un impacto significativo en la salud y el bienestar general. Los hombres tienden a ser cronotipos más tardíos y se acuestan y despiertan más tarde que las mujeres. Esto puede dar lugar al jet lag social, en el que su ritmo circadiano no se alinea con las exigencias sociales, como el trabajo. También tienen horarios de descanso y actividad menos constantes que las mujeres en la vida diaria.
Mayor riesgo de diabetes de tipo 2 en ambos sexos
El equipo de investigación también estudió si el aumento mundial de la obesidad podría estar relacionado en parte con que la gente no duerme lo suficiente: en Estados Unidos, el 30 por ciento de las personas de entre 30 y 64 años duerme menos de seis horas por noche, y en Europa, una cifra similar. Había grandes diferencias entre los cerebros de las mujeres y los hombres que respondían a imágenes de comida tras la privación de sueño. Las redes cerebrales asociadas a procesos cognitivos (toma de decisiones) y afectivos (emocionales) estaban dos veces más activas en las mujeres que en los hombres. En otro estudio, se observó que la región límbica (implicada en el procesamiento de las emociones, la formación de la memoria y la regulación del comportamiento) se activaba 1,5 veces más en las mujeres que en los hombres en respuesta a imágenes de alimentos dulces. A pesar de esta diferencia en la actividad cerebral, los hombres tienden a comer más que las mujeres cuando están privados de sueño. Otro estudio descubrió que un sueño más fragmentado, un mayor tiempo para conciliar el sueño y un mayor tiempo en la cama intentando conciliar el sueño sólo se asociaban con más hambre en los hombres.
Tanto las mujeres como los hombres que trabajan en turnos de noche tienen un mayor riesgo de desarrollar diabetes de tipo 2, siendo este riesgo mayor en los hombres. El 66% de las trabajadoras del turno de noche padecían alimentación emocional y, según otro estudio, tienen 1,5 veces más probabilidades de sufrir sobrepeso u obesidad que las mujeres que trabajan en el turno de día.
Atención sanitaria más personalizada
Los investigadores también descubrieron nuevas formas en que las mujeres y los hombres responden de manera diferente a los tratamientos de los trastornos del sueño y circadianos. Por ejemplo, la pérdida de peso tuvo más éxito en el tratamiento de las mujeres con AOS que en el de los hombres, mientras que las mujeres a las que se prescribe zolpidem (un medicamento para el insomnio) pueden necesitar una dosis menor que los hombres para evitar la somnolencia persistente a la mañana siguiente.
La mayoría de las intervenciones sobre el sueño y el sistema circadiano son un campo emergente en el que la investigación sobre las diferencias entre sexos es limitada. A medida que sepamos más sobre cómo duermen las mujeres y los hombres, las diferencias en sus ritmos de 24 horas y cómo éstos afectan a su metabolismo, podremos avanzar hacia una atención sanitaria más precisa e individualizada que aumente la probabilidad de obtener resultados positivos.