¿Nuestro entorno nos está matando? Puede que sí, según un nuevo estudio publicado recientemente en la revista Ecology and Evolution. La investigación analizó cómo los factores ambientales, en concreto las toxinas a las que estamos expuestos, afectan a nuestro ritmo circadiano, el reloj biológico interno de cada uno de nosotros. En resumen, las toxinas pueden estar inhibiendo el funcionamiento de ese reloj interno, lo que, a su vez, puede estar haciéndonos más vulnerables a la inflamación y a la propagación de enfermedades.
La sal de las carreteras altera el ritmo circadiano del zooplancton
Los investigadores del Instituto Politécnico Rensselaer de Nueva York utilizaron datos anteriores recogidos por el Proyecto Jefferson en el lago George como punto de partida para su propio proyecto. El estudio anterior analizaba cómo reaccionaba la Daphnia pulex, una especie común de zooplancton, a niveles bajos de sal de carretera. En el estudio, se determinó que los organismos eran capaces de tolerar desde 15 miligramos por litro de cloruro hasta 1.000 miligramos por litro en un plazo de 75 días.
Aunque el zooplancton sea capaz de tolerar la sal de carretera, eso no quiere decir que lo haga sin sufrir consecuencias: Las criaturas, que viven de las algas y sirven de fuente de alimento a otros peces, experimentaron una alteración de sus ritmos circadianos. Si sus relojes internos se vieran afectados de forma más significativa, podría interferir en los patrones de migración, lo que puede afectar a todo el ecosistema marino.
A un nivel más profundo, los genes que controlan el reloj biológico del plancton también pueden regular otras funciones. La transcripción de genes, así como la forma en que las células se reproducen, dividen o evolucionan, está controlada por el ritmo circadiano. Al alterar el ritmo circadiano, la sal de carretera puede estar impidiendo que estas funciones biológicas se produzcan dentro de sus horarios normales.
Niveles más altos de toxinas ambientales alteran el ritmo circadiano
Aunque el efecto fue mínimo con niveles bajos de sal de carretera, el estudio descubrió que concentraciones mayores de la toxina tenían un efecto más perjudicial en el plancton. En concreto, descubrieron que el desarrollo del ARNm de los genes PERIOD (PER) se veía alterado y que los genes se deterioraban con un mayor nivel de toxinas. Los investigadores también descubrieron que el grado de alteración del ritmo circadiano estaba directamente relacionado con el nivel de toxinas. A medida que aumentaban los niveles de sal, el reloj biológico se alteraba en mayor grado.
Los resultados del estudio llevaron a los investigadores a concluir que las toxinas ambientales también alteran el ritmo circadiano en los seres humanos. Creen que el aumento de los niveles de toxinas en nuestro entorno puede ser la causa del aumento de enfermedades degenerativas como la diabetes, las cardiopatías, el cáncer, la obesidad y la depresión.
Los investigadores encontraron sus resultados especialmente preocupantes, debido al hecho de que sólo utilizaron una toxina en el estudio. En condiciones reales, el plancton está expuesto a una gran variedad de toxinas, como metales pesados, fármacos, pesticidas y muchos otros contaminantes. Teniendo en cuenta lo extendida que está la contaminación, las toxinas pueden afectar al bienestar físico y psicológico de los animales. Los resultados de este estudio pueden ser sólo una pequeña muestra de un problema mayor.
Contaminación atmosférica: ¿Un perturbador circadiano aún mayor?
Las toxinas que seguimos vertiendo en el aire pueden estar afectando a las personas y a los animales terrestres en mayor medida. Además de la exposición a la contaminación en el agua, respiramos continuamente toxinas a través del aire contaminado. Esta gran cantidad de toxinas a la que estamos expuestos puede representar una alteración de nuestros ritmos circadianos aún mayor que la observada en el plancton. Mientras la gente presume que un cierto nivel de toxinas es seguro, puede que sólo estén tolerando la contaminación sin darse cuenta de que realmente está teniendo un efecto. Aunque nuestros cuerpos puedan funcionar con la exposición tóxica, eso no significa que nuestros ritmos circ adianos no estén siendo suprimidos.
El ritmo circadiano del zooplancton y el ritmo circadiano del cerebro humano son similares, por lo que parece sensato concluir que las reacciones a las toxinas también serán parecidas. Se necesitan más investigaciones para ver cómo una variedad de toxinas afectan a estos organismos y si esas mismas reacciones se mostrarán proporcionalmente en las personas. A medida que más estudios examinen cómo las toxinas y otros factores ambientales afectan al funcionamiento del ritmo circadiano, podremos obtener más información sobre cómo prevenir enfermedades. La relación entre las toxinas y el ritmo circadiano puede ser la clave para curar algunas enfermedades, además de proporcionar una mayor comprensión de los factores que pueden estar contribuyendo a su desarrollo.