Aunque todos estamos familiarizados con la sensación de tener sueño, apenas estamos empezando a determinar qué neuronas y qué zonas del cerebro inducen esta sensación.
La mayoría de la gente llega a un punto por la noche en el que los ojos le pesan, el cerebro se le nubla y el cuerpo se agota. Empezamos a bajar el ritmo, a bostezar y a buscar un lugar donde descansar. Poco después, nos quedamos dormidos. Este comportamiento se observa en casi todos los animales. Un nuevo estudio sobre la mosca de la fruta podría explicar por fin qué proceso cerebral subyace a esta sensación casi universal.
Moscas de la fruta, seres humanos y cronobiología
Muchos descubrimientos relacionados con el genoma humano y el cerebro humano comienzan con estudios de la mosca de la fruta Drosophila. La Drosophila es un organismo mucho más simple que el ser humano y tiene un tiempo de generación mucho menor, lo que facilita su estudio. A pesar de las diferencias obvias, el cerebro de la mosca de la fruta funciona de forma muy parecida al cerebro humano, y su genoma presenta sorprendentes similitudes con el nuestro. Investigaciones anteriores con Drosophila han permitido descubrir aspectos del desarrollo de las extremidades, los ojos y la función neural que son aplicables a los humanos y otros mamíferos más complejos.
Para descubrir exactamente cómo nos adormecemos, los científicos modificaron el cerebro de las moscas Drosophila para que ciertos genes se activaran sólo en respuesta al calor. Esto les permitió activar y desactivar fácilmente ciertas neuronas de interés para ver cómo afectaban al comportamiento de las moscas. Quedó claro que un determinado grupo de neuronas, llamadas neuronas R2, en el cuerpo elipsoide del cerebro de la mosca de la fruta eran probablemente las neuronas que inducen esa familiar sensación de sueño.
¿Cómo nos entra sueño?
Cuando las neuronas R2 se activaban con calor, las moscas de la fruta se adormecían y se quedaban dormidas. Las neuronas parecían tener este efecto sedante incluso horas después de haber sido apagadas. Los investigadores creen que estas neuronas pueden ser simplemente el desencadenante de un proceso más largo de somnolencia y sueño.
A continuación, los investigadores diseñaron neuronas R2 que producían la toxina del tétanos cuando se activaban, lo que les impedía comunicarse con otras neuronas. El resultado fue que las moscas privadas de sueño, que normalmente duermen más tiempo debido al agotamiento, durmieron mucho menos. Esto indica que parte del «impulso del sueño» de la mosca de la fruta, y también del nuestro, es creado o iniciado por estas neuronas. En otras palabras, las moscas de la fruta tienen más sueño cuando estas neuronas pueden comunicarse con otras neuronas del cerebro.
Insomnio: Aplicar la investigación a los problemas de la vida real
Habrá que realizar más estudios antes de comprender cómo funcionan estas neuronas y cómo contribuyen exactamente a nuestra percepción del sueño. Sin embargo, se trata de un enorme avance en la investigación de la biología circadiana. Muchas personas que padecen insomnio se sienten muy fatigadas pero no tienen sueño. Cuando sepamos exactamente cómo nos adormecemos, quizá podamos diseñar tratamientos que ayuden a los insomnes a conciliar el sueño más fácilmente y a obtener el descanso que necesitan. De momento, habrá que seguir investigando para averiguar si las neuronas R2 desempeñan una función similar en el cerebro humano.
Incluso algo tan básico y natural como tener sueño puede ser crucial para la salud humana. Esta sensación nos induce a obtener el descanso que necesitamos para gozar de buena salud y para nuestra función cognitiva. Aunque no somos moscas de la fruta, el estudio de estos minúsculos insectos puede acabar mejorando la vida de los millones de personas que luchan por conciliar el sueño.