Nuevas investigaciones sugieren que el color de la luz puede ser tan importante como su intensidad a la hora de regular el ciclo sueño-vigilia.
Aunque lo parezca, la luz solar no siempre es blanca. A lo largo del día, la luz incide en nuestra atmósfera desde distintos ángulos, produciendo ligeros cambios de color. Aunque rara vez percibimos el cambio leve y gradual del color de la luz, nuestros ojos lo registran. Esto se transmite a nuestro cerebro como una señal de la hora del día. Los investigadores acaban de empezar a comprender exactamente cómo responde nuestro cuerpo a las diferencias de color de la luz.
La luz azul y el sueño
La luz azul es una de las longitudes de onda más estudiadas. La luz azul, que es percibida por las células receptoras de melanopsina de la retina, provoca una mayor actividad en las zonas del cerebro que rigen el ritmo circadiano. No sólo afecta a los ciclos de sueño-vigilia fomentando la vigilia, sino que también aumenta la producción de cortisol. El cortisol es una conocida hormona del estrés, pero también se produce de forma natural en el organismo para favorecer la vigilia y el estado de alerta.
¿Qué le ocurre a nuestro cerebro cuando no podemos percibir la luz azul? Un estudio realizado en ratones sugiere que este color de luz es un importante regulador del ritmo circadiano. Cuando se criaron ratones que carecían del receptor de melanopsina del ojo que percibe la luz azul, reaccionaron produciendo menos cortisol y más melatonina. Además, mostraron menos aversión a la luz, lo que significa que buscaban menos las zonas de sombra. Está claro que las longitudes de onda de la luz azul pueden afectar al ritmo circadiano, pero ¿qué ocurre con otros colores?
Cuando los ratones se vuelven verdes
La luz verde parece tener un efecto muy diferente en los ratones, como se ha visto en un estudio reciente. Cuando se expone a los ratones a la luz verde, empiezan a actuar con somnolencia y a prepararse para el sueño. Cuando se anulan sus receptores de melanopsina, que detectan el color de la luz, su reacción es exactamente la contraria: se vuelven más despiertos. Sin percibir el color de la luz, los ratones parecen ver sólo luz y reaccionan preparándose para permanecer despiertos.
¿Importa más el color de la luz que la luminosidad?
Hasta hace poco, se creía que la luz era la principal responsable del ciclo sueño-vigilia. Sin embargo, estos nuevos estudios dan la vuelta a estas ideas. Investigaciones anteriores han descubierto que muchos tipos diferentes de animales tienen receptores en los ojos que perciben distintos colores de luz, lo que sugiere que esta característica es más universal de lo que se pensaba. Las reacciones tan diferentes a los distintos colores de la luz sugieren que la relación entre la luz y el sueño es más complicada de lo que podíamos prever.
Esta nueva información puede aplicarse de varias maneras a la salud humana. Aunque tradicionalmente hemos utilizado la luz blanca como terapia lumínica, otras longitudes de onda pueden ser una mejor opción. Además, evitar ciertos colores de luz a distintas horas del día puede ayudar a las personas a cambiar su ciclo de sueño-vigilia y modificar su ritmo circadiano cuando sea necesario, como después de cambiar de huso horario. Los nuevos descubrimientos en biología circadiana prometen ofrecer esperanzas a quienes luchan contra los trastornos del sueño.